Activistas ambientales lanzan sopa y proyectan tomates contra obras maestras: ¿arte o ultraje?

En 2022 y 2023, varias obras maestras de museos europeos fueron blanco de protestas realizadas por grupos ambientalistas como Just Stop Oil y Riposte Alimentaire. Sus integrantes arrojaron alimentos, como sopa de tomate o puré de papas, contra cuadros emblemáticos protegidos por cristal, en actos simbólicos que desataron un debate global sobre los límites del activismo, el valor del arte y la urgencia climática.

Protesta de Just Stop Oil frente a “Los Girasoles” de Van Gogh.
Imagen:
The Guardian: theguardian.com

La protesta más conocida ocurrió en octubre de 2022, cuando dos jóvenes activistas del grupo británico Just Stop Oil arrojaron sopa de tomate sobre el cuadro “Los Girasoles” de Vincent van Gogh en la Galería Nacional de Londres. La obra estaba protegida por un vidrio de seguridad, por lo que no sufrió daños, aunque el marco fue afectado levemente. Tras el ataque, las activistas se pegaron a la pared con adhesivo y pronunciaron un discurso exigiendo el fin de los combustibles fósiles.

Este tipo de protesta se repitió semanas después en Alemania, cuando se arrojó puré de papas contra una obra de Monet, y más adelante en Francia, donde la Mona Lisa fue blanco de otro ataque simbólico con sopa por parte del colectivo Riposte Alimentaire.

Aunque estos hechos no ocurrieron recientemente, su impacto mediático fue tan fuerte que aún hoy siguen generando análisis y discusiones en el mundo del arte y la sociedad civil.

Características clave de estas protestas

Aunque cada acción tuvo sus particularidades, todas compartieron un mismo patrón que las define como una nueva forma de activismo directo. No se trató de ataques espontáneos o caóticos, sino de intervenciones cuidadosamente pensadas, con alto valor simbólico y una puesta en escena precisa. Estas son algunas de las características que marcaron estas protestas ambientales en los museos:

  • Escogieron obras icónicas: las acciones se dirigieron a pinturas ampliamente reconocidas para maximizar el impacto mediático.
  • Las obras estaban protegidas: en todos los casos, los cuadros estaban cubiertos con cristal. Los ataques no dañaron directamente las obras, aunque sí hubo afectaciones a marcos o vitrinas.
  • Simbolismo planificado: los alimentos arrojados (sopa, papas) representaban lo cotidiano, en contraste con el cuidado extremo hacia el arte.
  • Acción performática: los activistas no huían. Se pegaban a la pared y daban discursos ante cámaras y testigos.
  • Inspiración histórica: la táctica recuerda a las acciones del movimiento sufragista de inicios del siglo XX, que también usó el arte como medio de provocación.

¿Por qué ocurrió esto?

Los grupos detrás de estas acciones buscan llamar la atención sobre la inacción climática. Usan el contraste entre el “cuidado extremo por el arte” y la “indiferencia por el planeta” para provocar una respuesta emocional. El objetivo, según sus propias declaraciones, no es destruir el arte, sino obligar al público a reflexionar: ¿por qué protegemos más un cuadro que nuestro propio futuro?

¿Protesta o sabotaje cultural? Las opiniones están divididas

La opinión pública se polarizó rápidamente tras estas acciones. Para algunos sectores, los activistas cometieron un atentado simbólico contra el patrimonio cultural; para otros, fueron valientes por enfrentar una crisis ignorada por gobiernos y corporaciones. Lo cierto es que, incluso sin dañar físicamente las obras, las protestas alteraron el modo en que el arte es percibido en espacios institucionales. El arte dejó de ser solo objeto de contemplación, para convertirse —momentáneamente— en campo de batalla ideológico.

El poder visual: ¿por qué estas imágenes se volvieron virales?

Una de las razones por las que estas protestas generaron tanto impacto fue su alto componente visual. Ver a dos activistas lanzando sopa sobre una pintura famosa en un museo histórico es una imagen que despierta emociones inmediatas: rabia, asombro, indignación o incluso admiración. Las fotografías y videos circularon en redes sociales en cuestión de minutos, amplificando el mensaje a escala global. En una era dominada por el consumo rápido de imágenes, estas acciones fueron diseñadas para ser virales. No por accidente, sino como parte esencial de su estrategia de comunicación.

¿Es arte protestar dentro de un museo?

Algunos críticos y artistas consideran que estas acciones también pueden entenderse como arte de performance. El hecho de usar un museo como escenario, seleccionar obras con intención simbólica, y ejecutar el acto como una coreografía planificada sugiere paralelismos con el arte conceptual. Estas protestas reabren el debate sobre los límites del arte: ¿puede una protesta ser considerada una obra en sí misma? ¿Qué pasa cuando el espacio museístico se convierte en una plataforma política?

¿Qué respuesta han tenido los museos?

Los museos involucrados respondieron con firmeza, pero también con cautela. Algunos reforzaron sus sistemas de seguridad con más vigilancia, sensores de movimiento e incluso controles de alimentos a la entrada. Sin embargo, también se abrió un diálogo interno: ¿deberían las instituciones culturales tomar posición frente a la crisis climática o mantenerse neutrales? Algunas voces dentro del mundo del arte piden que los museos no solo protejan sus obras, sino que actúen como agentes activos frente a los desafíos del presente.

Conclusiones

Las protestas de activistas climáticos en museos, que tuvieron lugar principalmente en 2022 y 2023, marcaron un antes y un después en la relación entre arte, política y espacio público. No fueron hechos aislados ni caóticos, sino acciones cuidadosamente diseñadas para generar incomodidad, atención y reflexión. Al usar obras icónicas como escenario, los activistas lograron lo que pocos manifiestos logran: instalar su mensaje en la conversación global.

Más allá del juicio ético o estético que cada lector pueda tener, estas protestas obligaron a los museos a repensar su rol en la sociedad contemporánea. ¿Deben ser espacios neutros o agentes de cambio? ¿Dónde trazamos la línea entre la provocación legítima y el daño simbólico?

El tiempo dirá si estas acciones fueron un punto de inflexión en la historia del activismo o simplemente un capítulo controversial. Lo que es claro es que, con una lata de sopa y una cámara, lograron sacudir no solo al arte, sino también nuestra conciencia.

Fuentes

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SOBRE EL AUTOR

Rubén Santos

Pintor
Fundador de Artedorine

Última revisión: 2 de septiembre de 2025

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